16.6.09

Respuesta a las estrellas de David

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Antes un frote que a flote
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Agraciado por ser elegido entre una consorte de constelaciones, me entrego al afán de perder esa gracia: preferiría agraciarme en la grasa de los desgraciados, estrellas caídas, aquel des-astroso asqueroso montón que yace en el charco manchando adoquines. Porque, si aquella figura, la estrella de David, alumbra el vértice de constelaciones que buscan brillar “sin pasado”, el peligro de hallarnos cegados –encandilados- por ese candil que gobierna hipnotizando pupilas que habrían de ver lo que brama debajo del lodo, se hace presente de pronto, perdiendo en el acto los bríos que hacen posible alucinar con pies en la micro o vereda cualquiera. Lo programático de una constelación que mira hacia abajo con cierto desprecio se estrella de frente con flotes etéreos de una escritura aleteando en el aire. Más convendría que el flote aéreo, un frote de piel que rasmille el cemento.

“Arbitrariedad de las enunciaciones, despotismo del nombre” (ay, ¡Rosa Luxemburgo!): la estrategia astrológica de instalación en el éter de la poesía chilena no me interesa. Mi cartografía de alianzas incluye escrituras que no son chilenas, que no son narradas ni son poemadas. Esa pomada de ser un poeta o ser narrador yo no me la compro. Menos de ser definido –clausurado- como chileno. Siento un afecto especial no más que por dos o tres pelagatos –amén del fulano: quien habla, la voz de mi cuerpo a pesar de mi nombre- nombrados en ristra de astros. Sus escrituras (del par) pelafustanas las hallo a ratos cercana a la mía: aquella larvaria y la magnificente. Pero ¿a qué nombrar?, ¿a qué, como en reclutamiento milico, la lista? A los demás, señor, con todo respeto: ni en pintura.

Pienso en aquellos que han sido borrados del sky: un dream team desastroso que sí chapotea (y no chapoeta) en el fango social de la historia, y que sí la interviene y la invade, que sí le tajea la dermis dejando caer la lluvia de pus que se hallaba escondida. No caeré en el juego, ese ludo en el lujo alejado del lodo (¿un luto?), de oponer a los nombres nombrados más nombres.

La bobería de decir “nuevísima” o “novísima” cae del cielo por su propio peso: todo es nuevo. Habría que hallar pabellones tantito más intuitivos, perder países, perder territorios por una cochambre que hable a su modo y que huela a la fiesta de sangre de Arguedas: yawar fiesta, justo calada entre quechua y castilla (uno entre tantos). A lo terrenal del descenso me entrego, al des-astre, aun a sabiendas de que así me destierro del cielo estrellado, aun a sabiendas que real resistencia se halla fugado del nombre, casilla o lista que se abroquele debajo de epígrafes que anhelan un Pater. Antes que tajo o “tatuaje”, yo sigo el atajo que busca la fuga: deseoso es aquel que huye de su Papi (o Mami). Ah, que tú escapes… Después de todo:

¡La caca de huérfano hiede más!

8.6.09

Aparición en La Tercera


Artículo de Roberto Careaga para la sección Cultura de La Tercera acerca de "los más jóvenes novelistas de Chile", aparecido el domingo 31 de mayo de 2009.

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