(...) Una memoria vacía, nunca vaciada. Es esta, insisto, la operación que despliega Vaho: hacerse de un antes vacío para que la lengua de esa memoria revuele alterada. Ese vahído que afecta a la lengua es el cuerpo de una pregunta que sin esa fosa se cobijaría bajo las alas del sentido. En otras palabras, sin ese vacío la lengua no se vería trastornada –pues demandaría un contenido, demandaría ser contenida- y, por tanto, una pregunta resuelta en sí misma no hallaría su cuerpo en esta escritura. «[P]ego al vidrio la boca para no tener que ver mi rostro en el reflejo»: ese vaho que empaña la superficie es el cuerpo de una pregunta que no busca un sentido, un reflejo, un fondo atrás de la faz de los vidrios (...)
22.4.10
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