Aprecio con especial afecto libros que he conseguido en los que la edición presenta contratapas hermosas, prólogos tan breves como descollantes, escritos siempre con un habla que se deja sensualizar por el libro mismo al que refieren. Un maestro de este tipo de textos es, cómo no, Severo Sarduy, quien escribió varios de los prólogos y contratapas de las ediciones setenteras y ochenteras de Arturo Carrera. Pienso además en algunas ediciones de libros y pasquines de Roberto Echavarren y Néstor Perlongher. Pero en especial las que Sarduy hace del autor de La partera canta. De ellas lo que me atrae es la capacidad, digamos, de entregarse, de dejarse seducir por el habla al que se acoplan como queriendo enmarañarse, fundirse entre esas páginas, permearse como el vino tiñe al corcho que lo sella. El eje que las cristaliza es el que va a través: agujas de vudú, imagino, pero en realidad sus líneas se distienden, lacias, como lianas a través de algún carruaje abandonado en Amazonas. O también: el espiral: hélices que en rumbo serpentino encharcan, chorrean, remojan lomos de un libro que a la vez se deja humedecer. Son papeles deseosos: su juego va más por un rozar, más a lo sensible que a una inteligencia. Se hunde como en barro, chapotea y de las motas que salpican surge el texto. Bueno, aquí va un escaneo de la carta que envió Severo para algún recodo de no sé qué libro de Carrera:
Jajaja, notable.
ResponderBorrarPor cierto, ni pesqué el prólogo :P.
Un abrazo.
Ahora lo pesqué un poco más... está piola. Qué corto tiene el pelo ahí Sarduy, es asombroso. Y qué bueno que es, vale. Nunca lo leí mucho yo. Cosa de las "circunstancias". Se ve buena onda en la foto, en cualquier caso. Me recuerda a un amigo que yo tuve.
ResponderBorrarVa un abrazo más,
(Y tenía tu apellido ese amigo! Sergio Becerra! Lo que son las casualidades, digo niño frente al espejo...).
ResponderBorrarinsisto entre estos dos pasa algo que corre por las venas y adivinen hasta donde llega
ResponderBorrarjijiji
R.G.